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El origen del nombre de los elementos químicos

Publicado el junio 4, 2025mayo 31, 2025 Por admin

Estimated reading time: 14 minutos

Comprender el origen de los nombres de los elementos enriquece la apreciación de la química y su historia. Cada nombre es una cápsula de información que puede revelar detalles sobre las propiedades iniciales observadas, el lugar de descubrimiento, las figuras históricas involucradas o las creencias culturales de la época. Por ejemplo, el hidrógeno fue nombrado por su capacidad de «engendrar agua», mientras que el helio debe su nombre al sol.

Más allá de la mera curiosidad lingüística, el estudio etimológico proporciona una perspectiva única sobre cómo el conocimiento científico se construye y se comunica a lo largo del tiempo, y cómo las convenciones de nombramiento han evolucionado para facilitar la comunicación y la estandarización global.

  • Clasificación de Orígenes Etimológicos de los Nombres de los Elementos
    • Nombres Derivados de Lugares (Topónimos)
    • Nombres en Honor a Personas (Epónimos)
    • Nombres Derivados de Entidades Mitológicas y Cuerpos Celestes (Astrológicos)
    • Nombres Basados en Propiedades Descriptivas
  • Como se nombran los elementos actualmente?
    • Nombres modernos concertados
    • Influencia de los Avances Científicos en la Nomenclatura

Clasificación de Orígenes Etimológicos de los Nombres de los Elementos

La etimología de los nombres de los elementos químicos es diversa, reflejando las variadas circunstancias y épocas de su descubrimiento. Esta sección categoriza y explora los principales tipos de orígenes, proporcionando ejemplos ilustrativos.

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Nombres Derivados de Lugares (Topónimos)

Los topónimos constituyen una de las fuentes más comunes para la nomenclatura de los elementos. Esta categoría incluye nombres que provienen de ubicaciones geográficas específicas, como países, ciudades, continentes, regiones o incluso cuerpos celestes. De los 8 elementos conocidos, 4 tienen nombres asociados o específicamente derivados de lugares, lo que representa más de un tercio del total. De estos, 32 se refieren a lugares en la Tierra, mientras que los restantes 9 están relacionados con objetos del Sistema Solar, como el helio y el selenio para el Sol y la Luna, o el uranio y el neptunio para los planetas Urano y Neptuno.

Ejemplos notables de elementos nombrados por lugares terrestres incluyen el Escandio (Sc, Z=2), derivado de «Scandia», el nombre latino de Escandinavia. El Galio (Ga, Z=3) fue nombrado por «Gallia», el nombre latino de la Galia (antigua Francia), un homenaje del descubridor Lecoq de Boisbaudran a su tierra natal. De manera similar, el Germanio (Ge, Z=32) proviene de «Germania», el nombre latino de Alemania.

El escandio fue nombrado en honor a Escandinavia
El escandio fue nombrado en honor a Escandinavia

En un gesto de patriotismo, el Polonio (Po, Z=84) fue nombrado por Marie Curie en honor a su patria, Polonia , y el Francio (Fr, Z=87) por Francia, donde fue descubierto en el Instituto Curie de París. Elementos más recientes también siguen esta tendencia, como el Dubnio (Db, Z=05), nombrado por Dubna, Rusia, sede del Joint Institute for Nuclear Research (JINR) , y el Nihonio (Nh, Z=3), que se nombró por «Nihon» (Japón), donde fue descubierto en el instituto Riken.

Un patrón recurrente en esta categoría es la concentración de descubrimientos en ciertas áreas geográficas. Por ejemplo, una mina cerca de Ytterby, Suecia, fue el sitio de descubrimiento de numerosos elementos, lo que llevó a que cuatro de ellos —Itrio (Y), Terbio (Tb), Erbio (Er) e Iterbio (Yb)— fueran nombrados en honor a esta localidad.

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Esta concentración de nombres topónimos en un único lugar no es una mera coincidencia, sino un reflejo directo de la riqueza mineralógica de la región y de la focalización de la investigación científica en esa área. La presencia de múltiples elementos que comparten un origen geográfico común subraya cómo la disponibilidad de recursos naturales y la ubicación de los centros de investigación influyeron directamente en los patrones de descubrimiento y, en consecuencia, en la nomenclatura de los elementos.

Nombres en Honor a Personas (Epónimos)

La práctica de nombrar elementos en homenaje a individuos significativos es otra categoría etimológica prominente. Estos epónimos honran a científicos, descubridores o figuras históricas cuya labor ha sido fundamental para el avance de la ciencia o para la humanidad en general. Diecinueve elementos están conectados con los nombres de veinte personas, destacando que el Curio (Cm, Z=96) honra tanto a Marie como a Pierre Curie. Quince de estos elementos fueron nombrados directamente en honor a científicos.

Entre los ejemplos más conocidos se encuentran el Einstenio (Es, Z=99), en honor a Albert Einstein por sus contribuciones a la física teórica ; el Fermio (Fm, Z=00), por Enrico Fermi, desarrollador del primer reactor nuclear ; y el Mendelevio (Md, Z=0), que rinde homenaje a Dmitri Mendeléyev, el creador de la tabla periódica. Otros elementos como el Nobelio (No, Z=02) y el Seaborgio (Sg, Z=06) honran a Alfred Nobel y Glenn T. Seaborg, respectivamente, por sus innovaciones y descubrimientos. Más recientemente, el Oganesón (Og, Z=8) fue nombrado en honor a Yuri Oganessian, un gran contribuyente a la síntesis de elementos superpesados.

Albert Einstein, que fue homenajeado con el elemento einstenio
Albert Einstein, que fue homenajeado con el elemento einstenio

Un aspecto notable de esta categoría es que, con la excepción del Gadolinio y el Samario, todos los elementos nombrados en honor a personas son sintéticos. Esto sugiere una tendencia moderna en la nomenclatura, donde el reconocimiento se otorga a menudo a los científicos que logran sintetizar nuevos elementos en el laboratorio. Además, un fenómeno interesante es que solo Glenn T. Seaborg y Yuri Oganessian fueron honrados con un elemento nombrado en su honor durante su vida, siendo Oganessian el único que sigue vivo.

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Esta práctica de reconocimiento en vida representa una evolución en las convenciones científicas, que históricamente tendían a otorgar honores póstumos. La decisión de nombrar un elemento en vida de un científico subraya una mayor inmediatez en la valoración de contribuciones significativas, posiblemente impulsada por la naturaleza de los descubrimientos modernos (síntesis de elementos superpesados) y la necesidad de una rápida estandarización por parte de la IUPAC.

La etimología de algunos epónimos puede ser indirecta, implicando una cadena de nombres. Cuatro elementos nombrados en honor a no científicos, por ejemplo, fueron en realidad nombrados por un lugar o cosa que, a su vez, había sido nombrado por estas personas. El Samario (Sm, Z=62) es un caso ilustrativo, nombrado por el mineral samarskita, que a su vez fue nombrado en honor a Vassili Samarsky-Bykhovets.

De manera similar, el Berkelio (Bk, Z=97) y el Livermorio (Lv, Z=6) fueron nombrados por las ciudades de Berkeley y Livermore, respectivamente, que a su vez llevan los nombres de George Berkeley y Robert Livermore. El Americio (Am, Z=95) fue nombrado por el continente de América, que debe su nombre a Américo Vespucio. Esta complejidad en el origen de los nombres epónimos subraya que la nomenclatura no siempre es una relación directa, sino que puede implicar múltiples capas de homenaje y referencia, conectando la ciencia con la historia de la exploración, la geografía y la mineralogía.

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Nombres Derivados de Entidades Mitológicas y Cuerpos Celestes (Astrológicos)

Esta categoría abarca elementos cuyos nombres se inspiran en deidades, figuras míticas o conceptos del cosmos, reflejando antiguas asociaciones culturales y cosmológicas. Las entidades mitológicas han tenido un impacto significativo en la denominación de elementos, tanto directa como indirectamente. Elementos como el Cerio, Europio, Helio, Iridio, Mercurio, Neptunio, Niobio, Paladio, Plutonio, Prometio, Selenio, Tántalo, Titanio, Torio, Uranio y Vanadio están conectados a deidades mitológicas.

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El Helio (He, Z=2) es un claro ejemplo, nombrado por ἥλιος (helios), el dios sol griego. De manera análoga, el Selenio (Se, Z=34) fue nombrado por σελήνη (selene), la diosa luna griega. El Titanio (Ti, Z=22) debe su nombre a los «Titanes», los primeros hijos de Gaia en la mitología griega , mientras que el Vanadio (V, Z=23) proviene de «Vanadís», uno de los nombres de la diosa nórdica Freyja. El Niobio (Nb, Z=4) fue nombrado por Níobe, hija de Tántalo en la mitología clásica , y el Prometio (Pm, Z=6) por Prometeo, el dios que robó el fuego del cielo.

Muchos elementos tienen nombres relacionados con la mitología
Muchos elementos tienen nombres relacionados con la mitología

Una interconexión profunda se observa en la relación entre la astronomía, la mitología y la química. Algunos elementos, particularmente los conocidos desde la antigüedad se asociaron con dioses griegos o romanos y con planetas u otros objetos del Sistema Solar. Por ejemplo, el Mercurio (Hg, Z=80) fue nombrado por el dios romano de la velocidad, al igual que el planeta Mercurio.

Esta secuencia se extiende a elementos como el Uranio (U, Z=92), nombrado por el planeta Urano, que a su vez lleva el nombre del dios griego del cielo ; el Neptunio (Np, Z=93), por el planeta Neptuno y el dios romano de los océanos ; y el Plutonio (Pu, Z=94), por el planeta enano Plutón (antes considerado planeta), que a su vez lleva el nombre del dios griego del inframundo.

Esta relación triple (ciencia-mitología-astronomía) revela cómo las cosmovisiones antiguas y las asociaciones simbólicas influyeron en la nomenclatura científica, especialmente para los elementos conocidos desde hace mucho tiempo o aquellos cuya existencia se infería de observaciones celestes.

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Nombres Derivados de Minerales

Esta categoría incluye elementos que fueron nombrados directamente a partir del mineral en el que fueron descubiertos o de un mineral asociado. La práctica de nombrar elementos a partir de los minerales en los que se encuentran, como el Berilio (Be, Z=4) nombrado por el mineral berilo , destaca la importancia histórica de la mineralogía como campo de estudio que precedió y alimentó el desarrollo de la química. La identificación de nuevas sustancias a menudo comenzaba con el análisis y la extracción de compuestos de la tierra.

Otros ejemplos incluyen el Fluor (F, Z=9), cuyo nombre proviene del latín «fluor» (un flujo), derivado del mineral fluorita (fluoruro de calcio). El Estroncio (Sr, Z=38) fue nombrado por la estroncianita, un mineral que a su vez lleva el nombre del pueblo de Strontian en Escocia. De manera similar, el Itrio (Y, Z=39) debe su nombre a la itria, el mineral del que fue extraído, que a su vez lleva el nombre de Ytterby, Suecia.

El Cadmio (Cd, Z=48) deriva del latín «cadmia», que significa «calamina», una mezcla de minerales que contiene cadmio. Esta dependencia de la mineralogía subraya la naturaleza empírica de los primeros descubrimientos químicos, donde la observación y el trabajo con materiales naturales eran fundamentales, y la nomenclatura reflejaba directamente esta fuente de origen.

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Nombres Basados en Propiedades Descriptivas

Los nombres descriptivos constituyen una categoría muy común donde el nombre del elemento alude directamente a una de sus características físicas o químicas más notables, como su color, olor, reactividad o comportamiento. Estos nombres no solo indican una propiedad observable, sino que a menudo reflejan la comprensión científica predominante en el momento del descubrimiento.

El Hidrógeno (H, Z=) es un ejemplo clásico, derivado del griego «agua + bebedor» (ὕδωρ + γενής), que significa «engendrador de agua», por ser un componente fundamental de este compuesto. De manera similar, el Oxígeno (O, Z=8) proviene del griego «traer ácido» (ὀξύ γείνομαι), ya que se creía que era un componente esencial de los ácidos. El Cloro (Cl, Z=7) fue nombrado por su color, del griego χλωρός (chlorós), que significa «verde pálido» o «verde amarillento». El Argón (Ar, Z=8) debe su nombre a su inercia química, del griego ἀργόν (argon), que significa «inactivo» o «lento».

Otros ejemplos incluyen el Cromo (Cr, Z=24), del griego χρῶμα (chróma), «color», debido a sus compuestos multicolores ; el Bromo (Br, Z=35), del griego βρόμος (brómos), que significa «hedor», por su olor característico ; y el Kriptón (Kr, Z=36), del griego κρυπτός (kryptos), «oculto», por sus propiedades gaseosas incoloras, inodoras e insípidas, y su rareza. El Iridio (Ir, Z=77) fue nombrado por «iris», que significa «arcoíris», debido a los colores intensos de muchas de sus sales.

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Finalmente, el Astatino (At, Z=85) fue nombrado por el griego ἄστατος (astatos), que significa «unstable» , y el Radón (Rn, Z=86) es una contracción de «emanación de radio», ya que aparece en la desintegración radiactiva del radio.

Esta categoría de nombres es un testimonio de la naturaleza empírica de la química y cómo las primeras observaciones de las propiedades de los elementos fueron fundamentales para su identificación y denominación, incluso si las teorías subyacentes eran incompletas o luego revisadas.

Como se nombran los elementos actualmente?

La nomenclatura de los elementos químicos ha experimentado una evolución significativa a lo largo de la historia, reflejando no solo los avances en el conocimiento científico, sino también los cambios en las prácticas de descubrimiento y la creciente necesidad de estandarización global.

Se observa un cambio fundamental en las fuentes de inspiración para los nombres de los elementos desde la antigüedad hasta la modernidad. Los elementos conocidos desde hace mucho tiempo, como el Oro, la Plata, el Cobre, el Hierro, el Mercurio, el Plomo, el Estaño y el Azufre, a menudo tienen nombres con orígenes más difusos, arraigados en propiedades descriptivas, asociaciones mitológicas o astrológicas. Por ejemplo, el Mercurio fue nombrado por el dios romano de la velocidad, y el Oro por su color brillante. En contraste, los elementos descubiertos o sintetizados en la era moderna, especialmente a partir del siglo XIX, tienden a ser nombrados en honor a científicos, laboratorios o lugares de descubrimiento.

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Esta diferencia en la etimología de los elementos de bajo número atómico (más antiguos) y los de alto número atómico (más recientes) revela un cambio de paradigma. La ciencia ha evolucionado de una fase de observación empírica y conexión con cosmovisiones culturales a una fase de investigación sistemática, descubrimiento en laboratorio y síntesis de nuevos materiales, donde el reconocimiento de los contribuyentes humanos y las instituciones científicas se vuelve central. Este cambio en la nomenclatura es un indicador de la institucionalización y profesionalización de la ciencia. Los nombres de los elementos se transforman de descripciones de la naturaleza a monumentos del ingenio humano y la colaboración científica.

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Nombres modernos concertados

La formalización del proceso de nombramiento por parte de la IUPAC en las últimas décadas ha sido crucial. Antes de su intervención, las disputas sobre la prioridad del descubrimiento a menudo llevaban a múltiples nombres propuestos para un mismo elemento, como la controversia entre Columbio y Niobio, o Hahnio y Dubnio. La IUPAC ha proporcionado un marco para la resolución de estas controversias y ha establecido un sistema de nombres sistemáticos temporales para los elementos recién sintetizados.

La existencia de estas controversias pasadas y el papel explícito de la IUPAC como «organismo rector para nombrar elementos»  establecen una clara relación causa-efecto. La falta de un organismo centralizado en el pasado llevó a la confusión y las disputas; la creación y autoridad de la IUPAC han permitido la estandarización y el consenso global. Esta estandarización de la nomenclatura es vital para la comunicación científica global, asegurando que los científicos de diferentes países puedan referirse a los mismos elementos sin ambigüedad.

Influencia de los Avances Científicos en la Nomenclatura

Los avances científicos han influido directamente en las prácticas de nombramiento de los elementos. El poder predictivo de la tabla periódica de Mendeleev es un ejemplo sobresaliente. Su serie de nombres «eka-» para elementos aún no descubiertos, como eka-boro para Escandio o eka-aluminio para Galio , es un testimonio de cómo una teoría científica robusta puede predecir la existencia y las propiedades de la materia, guiando la investigación experimental y, en última instancia, la nomenclatura.

La explicación de los nombres «eka-» demuestra que la tabla periódica no fue solo una forma de organizar el conocimiento existente, sino una poderosa herramienta predictiva. Los nombres temporales basados en esta predicción fueron luego reemplazados por nombres permanentes una vez que los elementos fueron descubiertos y sus propiedades confirmadas.

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Esto ilustra cómo los avances teóricos en química no solo transforman nuestra comprensión del universo, sino que también influyen directamente en la forma en que nombramos y clasificamos sus componentes, mostrando la interdependencia entre la teoría, el experimento y la nomenclatura.

La era de la química nuclear y sintética, que comenzó con el descubrimiento y la síntesis de elementos transuránicos (aquellos con Z > 92), ha inaugurado una nueva fase en la nomenclatura. Dado que la mayoría de estos elementos son inestables y solo existen por breves períodos, su descubrimiento es un logro tecnológico y experimental significativo. Esto ha llevado a una preponderancia de nombres epónimos (en honor a científicos clave) y topónimos (en honor a los laboratorios o instituciones de descubrimiento).

La correlación entre la síntesis de elementos y la elección de nombres que honran a las personas y los lugares detrás de esos descubrimientos es clara. Este patrón de nombramiento refleja un cambio en el foco del descubrimiento: de la identificación de sustancias naturales a la creación de nuevas formas de materia. La nomenclatura se convierte en un medio para reconocer la vanguardia de la investigación y las contribuciones directas de individuos e instituciones en la expansión del conocimiento químico.

Finalmente, el refinamiento de las identificaciones también ha moldeado la nomenclatura. Casos como el didimio, que se descubrió que era una mezcla de Praseodimio y Neodimio , o la confusión inicial entre Erbia y Terbia , demuestran que el proceso de descubrimiento y caracterización de los elementos es iterativo y sujeto a refinamiento. Las nomenclaturas se ajustan a medida que la comprensión científica se vuelve más precisa.

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Los anteriores ejemplos ilustran que la ciencia no es estática. Las identificaciones iniciales pueden ser provisionales, y a medida que las técnicas analíticas mejoran o se obtiene más información, la comprensión se refina, lo que a su vez puede llevar a cambios en la clasificación y, por ende, en la nomenclatura. Estos casos demuestran la naturaleza dinámica y auto-correctiva del método científico. La nomenclatura de los elementos es un reflejo de este proceso continuo de mejora del conocimiento, donde los nombres se adaptan para reflejar la comprensión más precisa y actual de la materia.

No olvides de pasar por nuestra Tabla Periódica Etimológica

Para más información Who, What, Why: How do elements get their names?

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Como citar este artículo:

APA: (2025-06-04). El origen del nombre de los elementos químicos. Recuperado de https://quimicafacil.net/curiosidades-de-la-quimica/el-origen-del-nombre-de-los-elementos-quimicos/

ACS: . El origen del nombre de los elementos químicos. https://quimicafacil.net/curiosidades-de-la-quimica/el-origen-del-nombre-de-los-elementos-quimicos/. Fecha de consulta 2025-06-13.

IEEE: , "El origen del nombre de los elementos químicos," https://quimicafacil.net/curiosidades-de-la-quimica/el-origen-del-nombre-de-los-elementos-quimicos/, fecha de consulta 2025-06-13.

Vancouver: . El origen del nombre de los elementos químicos. [Internet]. 2025-06-04 [citado 2025-06-13]. Disponible en: https://quimicafacil.net/curiosidades-de-la-quimica/el-origen-del-nombre-de-los-elementos-quimicos/.

MLA: . "El origen del nombre de los elementos químicos." https://quimicafacil.net/curiosidades-de-la-quimica/el-origen-del-nombre-de-los-elementos-quimicos/. 2025-06-04. Web.

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